Jesús Merino nació en Estella del Marqués en enero de 1965.
Como todo aficionado que no se contentó con ver los toros desde la barrera, mientras se fogueaba con dibujos y más dibujos, se encargó de la librería especializada Dune, en Granada.
Su entrada en el mundo de la historieta fue por la puerta grande, con la línea Laberinto. Y lo fue porque pudimos ver a un autor en pleno desarrollo y formación, pero ya con una sólida base artística y narrativa.
Tres fueron los títulos que proporcionó para esa línea: Aníbal Gris, Jaque Mate y Triada Vértice, de la que tuve el honor de ser guionista. Allí descubrí la entrega de Merino a su trabajo: encargado de lápiz, tinta y rotulación, ya se notaba su poderoso dominio de las luces y las sombras. Sus personajes tenían un toque físico que los diferenciaba de otros autores.
Quizá por eso Carlos Pacheco se fijó en él y le propuso que fuera su entintador. Creo que ambos vieron el cielo abierto: con el apoyo de Merino, Pacheco pudo estabilizar su propio estilo, hasta entonces deudor de las estéticas de moda según el momento, y Merino aprendió la dureza de la competitividad, las fechas de entrega, y la ilusión por el trabajo bien hecho.
Y bien reconocido. Siempre he dicho que Jesús Merino fue el Joe Sinnott de Carlos Pacheco, hasta el punto de crear, entre ambos, un estilo y una narrativa sólida y deslumbrante, la mezcla perfecta entre el clasicismo y la experimentación.
Dos joyas para Marvel produciría la pareja: Avengers Forever y Fantastic Four (de la que también tuve el honor de ser guionista).
Luego, ambos pasaron a DC Comics, donde entregarían Superman/Batman, JSA, y Superman, junto con Arrowsmith.
Después de once años como entintador de Carlos Pacheco, Merino por fin vuela en solitario y como autor completo vuelca su arte en la mayoría de los personajes de DC Comics.
A nivel personal, Merino es un tipo sensato, buen conversador, fumador de puros. Personalmente, me gustaría verlo dibujando Conan el bárbaro… o encargado de nuevas aventuras (años llevo diciéndoselo) de nuestro Capitán Trueno.
Rafa Marin
EL ROSTRO DE LOS COMICS
Cualquier editor te dirá la importancia comercial de una portada. Al ser lo primero que se ve de una publicación, una imagen llamativa con un diseño atractivo pueden hacer que una cómic se venda mucho más. Igualmente, una imagen mediocre puede hacer que colecciones ya establecidas vendan menos o directamente que un cómic no funcione.
Esta exposición intenta mostrar ejemplos de portadas de diversas nacionalidades, estilos y épocas con la intención de que el asistente pueda apreciar la importancia de este elemento decisivo.
Las portadas son el rostro de los cómics, la imagen que intenta llamar la atención de los posibles lectores para que lo cojan, lo hojeen y con suerte lo compren. Son una especie de resumen del contenido de la publicación, pueden destacar un momento trepidante de acción o especialmente dramático, pueden ser una imagen de los protagonistas, puede ser un dibujo simbólico de lo que ocurre en ese cómic o puede ser un dibujo absurdo pero que no deje de ser algo intrigante. ¡Todo vale!
Y por ello aquí tenemos muestras de portadas, algunas de ellas míticas, de John Byrne, de Brian Bolland, de George Perez, de Manuel Gago, de Cifré, de Coll, de Andreas, de Alessandrini, de Richard Corben o de Howard Chaykin, de López Espí o Carlos Pacheco entre otros muchos nombres más, bien conocidos de los aficionados y con algunos de los personajes y series más conocidos del medio, de los autores de los cómics o de dibujantes especializados en hacer portadas. Portadas a color, portadas en blanco y negro e incluso historietas que estaban destinadas a aparecer en la portada, portadas verticales, portadas horizontales, lo que sea. ¡Todo vale, insisto!
Las portadas pueden ser las originales, pueden ser de ediciones posteriores o de recopilatorios, pueden ser hechas en otros países o épocas para publicaciones que nadie tenía en mente en el momento inicial. Pero todas pueden ser el primer contacto de un lector con el medio.
Pasen y disfruten.
Jaume Vaquer